José Jáimez /
La crisis en el Ayuntamiento de Othón P. Blanco no parece tocar fondo, el despilfarro de los “alumnos” del presidente municipal, Eduardo Espinosa Abuxapqui y de éste, es de consecuencias lamentables para la población que vive en este, tan castigado, municipio que también ha sido saqueado por los últimos tres ediles: Cora Amalia Castilla Madrid, Andrés Ruiz Morcillo y Carlos Mario Villanueva Tenorio.
¿Qué habrán hecho los que viven en este hermoso municipio para tener a tan garrafales autoridades ¿A caso es un castigo divino? O la torpeza de los capitalinos de creer en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de cuyo “vientre” salieron estos políticos.
Lo único que se ve a simple vista es que cientos de casas, negocios y lotes se venden en la primera ciudad moderna del estado. Cientos si no es que miles de personas sin trabajo y los jóvenes peor aún, sin la oportunidad de desarrollarse profesionalmente.
Todo como consecuencia de políticos que dicen sentir las necesidades de la mayoría, aunque en la realidad solo sienten sus intereses personas y de sus familias, amigos y afines. Los demás solo excusa para gastar el presupuesto anual que otorga la federación, préstamos que autorizan sus cómplices diputados y sin olvidar a empresarios voraces, que para la sociedad son ejemplo de progreso y rectitud.
Lo cierto es que el Chetumaleño ya debe de dejar ese nicho cómodo de solo criticar y lamentarse a través de medios de información, tradicionales y electrónicos, debe salir a las calles a protestar y tomar medidas para castigar a los ladrones que han hecho del presupuesto de todos, las ganancias de unos.
No basta solo con esperanzarse a que un mandatario estatal o municipal que llega al poder lo haga todo, deben aportar su granito de arena, con respeto y en el marco de la ley.
Es tiempo de que el chetumaleño se haga sentir, así como lo hizo el 5 de junio, sin ocultarse, salir a la calle, decir basta y exigir que su habitad se transforme en lo que su familia requiere, más seguridad, trabajo, oportunidad de desarrollarse y no vivir en un régimen totalitarista, que solo encumbra a la minoría o seguirá en un hoyo sin tocar fondo.